Richard Posner ha sostenido con certeza que los precios altos del petróleo tienen efectos positivos como i) disminuir el consumo de gasolina, lo que reduce la contaminación por su combustión, ii) llevar a las empresas a buscar alternativas tecnológicas y mejoras en la producción de insumos alternativos a la gasolina, y iii) motivar a los consumidores a buscar alternativas más económicas.
El análisis de esta coyuntura debe partir de recordar algo básico en economía: los precios altos atraen mayor competencia. En relación al petróleo, ello implica que podría haber más competidores en el mercado petrolero o en el mercado de sustitutos para el petróleo. El problema de la entrada al mercado de petróleo es que se necesita reservas petrolíferas para ser parte de él, y no parece que haya muchas reservas fuera de los países que participan del cártel de la OPEP.
Pero el aspecto de la producción de sustitutos sí es más interesante. Los esfuerzos de empresas como Shell y Chevron hacia productos alternativos y el amplio desarrollo del etanol en Brasil dejan claro que hay esfuerzos importantes en esa línea. Lo mismo puede decirse del boyante mercado de gas. Los precios elevados pueden incentivar el desarrollo de alguna de estas alternativas.
El impacto ha sido mayor en los Estados Unidos, que concentran el 25% de la demanda mundial de petróleo.[1] Además de ello, la composición de los impuestos en el precio de la gasolina en los Estados Unidos es de 18%, mientras que por ejemplo en Gran Bretaña es de 67%, lo que provoca que el precio en los Estados Unidos sea muy volátil.[2] Así, los consumidores de países con menores impuestos terminan siendo los más perjudicados por el alza del precio. No sólo eso: Richard Posner llega a sugerir que si el precio del petróleo baja, los impuestos deberían subir, para así estimular el desarrollo de sustitutos y desincentivar el consumo de gasolina.
El problema del precio se reduce a una variación en las condiciones de la oferta y la demanda que pone en evidencia el esfuerzo de los participantes en dicho mercado por ejercer una mayor presión competitiva. La variación en la oferta tiene varios motivos. Entre ellos: la pérdida de eficiencia de PDVSA, provocada por los problemas políticos en Venezuela; los disturbios, los escándalos de corrupción y el daño a las tuberías en Nigeria; la menor producción en los Estados Unidos por los daños ocasionados por el huracán Katrina; el que Libia, Venezuela e Irán, entre otros opositores a los Estados Unidos, integren la OPEP (pese a que se discute en qué medida esta puede alterar el precio). Estos factores han llevado a que los Estados Unidos intenten compensar la restricción de la producción aumentando la producción en Irak pero no ha sido suficiente (entre marzo y junio del 2006 la producción ha aumentado en 10%,[3] pero la tensión en la zona hace poco viable un aumento sostenido en la producción). Entonces, las reservas de petróleo han disminuido.
El aumento de la demanda ha sido impulsado por la demanda de varios países que han aumentado su crecimiento de forma enorme y constante y que al ser economías emergentes no están constreñidas por el Protocolo de Kyoto. En particular, China[4] y la India.[5] Además, la pérdida en infraestructura por los efectos del huracán Katrina ha aumentado la demanda de petróleo importado en los Estados Unidos. Y ello se refleja dramáticamente en los precios, pues existe mayor competencia a la hora de comprar el petróleo crudo. El aumento de la demanda, junto a la restricción de la producción ha llevado a una escasez relativa, y ello debe elevar el precio.
Hay que añadir también al escenario la incertidumbre provocada por la reciente guerra entre Israel y los grupos terroristas Hezbollah y Hamas, que lleva a la especulación sobre los efectos que pueda tener en el delicado equilibrio del Medio Oriente, donde, recordemos, se encuentran varios miembros de la OPEP, incluyendo a Arabia Saudita, el mayor productor de crudo del mundo. Tampoco ayuda el que Kazajstán intente distribuir sus reservas de gas por la ruta del Mar Caspio, evitando pasar por Rusia, afectando el endeble marco geopolítico de Asia Central y debilitando al grupo de Shanghai.[6] El mercado reacciona al mayor riesgo elevando los precios.
El precio del petróleo, y de su derivada, la gasolina, está en un tope histórico porque una serie de circunstancias han llevado a que se reduzca la producción y aumente la demanda. Ambos factores aumentarían el precio por sí mismos, pero en conjunto han tenido un impacto mayor. Tratándose de un mercado que está respondiendo bien a la oferta y a la demanda, los incentivos para la intervención deberían reducirse. Sólo lograría distorsionarse un mercado que no necesita correcciones. Ello debe ser ligado con la observación de que cuando el precio del barril de petróleo estaba por debajo de sesenta dólares, este precio, tras los ajustes por inflación, resultaba menor al de la crisis de comienzo de los ochenta. Esto nos recuerda que un producto no es caro o barato en relación a su precio, sino en relación al impacto de este en el consumo.
¿Qué hacer con el precio del petróleo? Comprar menos gasolina.
La buena noticia es que los consumidores se están adaptando bastante bien a la coyuntura. Además, esperamos que esto lleve a mayor inversión en la investigación de sustitutos para la gasolina. La mala noticia es que los mercados de regulación y subsidios están intentando activarse, a cambio de votos, en diferentes estados. Se vio en la reciente campaña presidencial en el Perú, se ha visto en el debate parlamentario en los Estados Unidos. Resulta lamentable que cuando el mercado funciona –asumiendo el escaso impacto del cártel sin enforcement de la OPEP-, se le quiera coartar. La regulación no sólo afecta negativamente al mercado, también lleva en sí la semilla de la corrupción y el clientelismo. Como se señala en la edición de The Economist del 3 de junio de 2006: el ingreso de etanol brasilero –barato y ya muy desarrollado- a los Estados Unidos se verá afectado por los aranceles y por los subsidios a la producción estadounidense de caña de azúcar, sirviendo así a intereses distintos al del bienestar del consumidor.
Queda claro quiénes son los que demandan regulación cuando el mercado castiga la ineficiencia.
[1] Diario El Comercio, sección de economía del 23 de julio de 2006, pág. B2. Lima
[2] Much Ado About Pumping", en The Economist, 3 de junio de 2006.
[3] Según los indicadores estadísticos de la OPEP para junio de 2006. Departamento de Información de la OPEP, 19 de julio 2006
[4] Crecimiento del PBI de 9,9% en el 2005 según cifras oficiales, tercer consumidor mundial de petróleo de acuerdo al CIA Factbook 2006.
[5] Crecimiento del PBI de 7,6% en el 2005 según cifras oficiales, séptimo consumidor mundial de petróleo de acuerdo al CIA Factbook 2006.
[6] "The Shanghai Six at five", en The Economist, 10 de junio de 2006