Si bien para algunas personas -entre las cuales me incluyo- hace tiempo que está zanjada la discusión sobre si las empresas estatales son una buena idea, no faltan burócratas, empresarios proteccionistas y sindicatos que suspiran ante la idea de volver a contar con una empresa gigante que pueda "eliminar" las fallas de mercado -algo muy de moda en la Unión Europea-. A menudo, estas personas ponen como ejemplo a empresas estatales que funcionan adecuadamente, sin reparar en que la propuesta de la privatización no niega las excepciones que confirman la regla, sino mas bien propone una generalidad: las empresas privadas suelen ser mejor gestionadas, y además existe abundante literatura económica que expone las desventajas de la administración estatal.
Hace un par de meses, el economista David Tuesta, gerente de estudios económicos de BBVA/Banco Continental, publicó en el diario limeño El Comercio un análisis sobre el Estado como empresario. Presentó un cuadro en base a data del Banco Central de Reserva del Perú comparando el resultado económico de las empresas estatales no financieras entre 1970 y el 2005. Sólo en 9 años el resultado fue positivo, aun cuando nunca superó el 1% del PBI. En los demás años fue negativo, con índices de hasta más de 5% de contracción del PBI. La evidencia muestra que, al menos en el Perú, el desempeño acumulado de la actividad empresarial estatal es paupérrimo.
Dos casos repetidos de actividad empresarial estatal exitosa en Latinoamérica son los de Petrobras y Embraer en Brasil. Si bien Petrobras es una de las petroleras estatales de mejor administración, tiene un 45% de accionistas privados, cuyo control es una de las razones por las cuales las empresas privadas funcionan mejor. Además, la administración de Petrobras ha estado envuelta en denuncias de corrupción en adquisiciones y licitaciones. De acuerdo a la revista Veja, en el 2005 las malversaciones superaron los 100 millones de dólares. Si en una empresa privada se malversa, se pierde dinero de los privados, que decidieron invertir en ella; en una pública, perdemos todos los que pagamos impuestos, que somos accionistas forzados. Embraer fue privatizada en 1994, y sus excelentes resultados han sido motivados sobre todo por el cambio en la administración. Una experiencia similar es la de CSN que, tras haber sido privatizada, hoy compite con Tata Steel para adquirir a Corus por más de 8 billones de dólares .
La experiencia brasilera es una prueba del éxito que trae la privatización. Petrobras fue impulsada por Getúlio Vargas, uno de los símbolos del populismo latinoamericano. Sin embargo, sus mayores logros han sido luego de la privatización de una importante parte de su capital social. Los casos de Embraer y CSN son incluso más claros: a partir de la resistida ola de privatizaciones que realizó el gobierno de Cardoso, hoy son protagonistas principales en el mercado mundial de la construcción de aviones y de la siderurgia.
Cada día es más difícil encontrar ejemplos de empresas estatales que operen como deberían. Los esperpentos de gestión que son Pemex y PDVSA deberían hacernos reflexionar sobre el daño que se hace a las economías locales por los delirios controladores y las clientelas políticas que perpetúa a estos elefantes blancos e ineficientes.
Hace un par de meses, el economista David Tuesta, gerente de estudios económicos de BBVA/Banco Continental, publicó en el diario limeño El Comercio un análisis sobre el Estado como empresario. Presentó un cuadro en base a data del Banco Central de Reserva del Perú comparando el resultado económico de las empresas estatales no financieras entre 1970 y el 2005. Sólo en 9 años el resultado fue positivo, aun cuando nunca superó el 1% del PBI. En los demás años fue negativo, con índices de hasta más de 5% de contracción del PBI. La evidencia muestra que, al menos en el Perú, el desempeño acumulado de la actividad empresarial estatal es paupérrimo.
Dos casos repetidos de actividad empresarial estatal exitosa en Latinoamérica son los de Petrobras y Embraer en Brasil. Si bien Petrobras es una de las petroleras estatales de mejor administración, tiene un 45% de accionistas privados, cuyo control es una de las razones por las cuales las empresas privadas funcionan mejor. Además, la administración de Petrobras ha estado envuelta en denuncias de corrupción en adquisiciones y licitaciones. De acuerdo a la revista Veja, en el 2005 las malversaciones superaron los 100 millones de dólares. Si en una empresa privada se malversa, se pierde dinero de los privados, que decidieron invertir en ella; en una pública, perdemos todos los que pagamos impuestos, que somos accionistas forzados. Embraer fue privatizada en 1994, y sus excelentes resultados han sido motivados sobre todo por el cambio en la administración. Una experiencia similar es la de CSN que, tras haber sido privatizada, hoy compite con Tata Steel para adquirir a Corus por más de 8 billones de dólares .
La experiencia brasilera es una prueba del éxito que trae la privatización. Petrobras fue impulsada por Getúlio Vargas, uno de los símbolos del populismo latinoamericano. Sin embargo, sus mayores logros han sido luego de la privatización de una importante parte de su capital social. Los casos de Embraer y CSN son incluso más claros: a partir de la resistida ola de privatizaciones que realizó el gobierno de Cardoso, hoy son protagonistas principales en el mercado mundial de la construcción de aviones y de la siderurgia.
Cada día es más difícil encontrar ejemplos de empresas estatales que operen como deberían. Los esperpentos de gestión que son Pemex y PDVSA deberían hacernos reflexionar sobre el daño que se hace a las economías locales por los delirios controladores y las clientelas políticas que perpetúa a estos elefantes blancos e ineficientes.